Talasoterapia Salvaje, por Enma de Scarada

  • abril 20, 2021

Aquí estoy, y Galicia nubes del norte, alternando con el sol, albariños con tapas, descanso tekleryl con mi cita puntual con belleza en las venas, duerme como una marmota y come como Carpanta y tratando de encontrar alguna actividad aeróbica que no sea demasiado complicada para mantenerme en forma mínima.
Traté de suscribirme a surfcomo mi descendencia, mi sobrino y Sergey, mi hijo Olga querida, una chica que trabaja en casa. Disfrutan de las ondas de la corona Estuario, una de esas playas en las rías altas, donde solo van los surfistas, dos alemanes locos, tres ingleses incompetentes, mi hermana Blanco que le gusta la visión de las aves y no deja de cazarlas con sus binoculares de marca excelente que le costaron pasta y algún otro bañista nacional que ver el panorama alilo Decide irse a otra playa, donde las olas no lo rodean como un croquet, sino que lo sacuden como un bebé. Y digo que intenté surfear mínimamente, pero me negué, porque entre nosotros pasa que mi hijo Juan, en pleno ruido adolescente, encuentra otra razón para reírte con tu madre. Ya he concertado una reunión con el monitor, Catalina, embarcándome en una aventura en agosto cuando el feto de mi vientre se encuentra a una distancia de más de 600 millas, olfateando a las mujercitas en proceso de creación y de la madre que lo parió. (Jesús, estás ganando, oye)

Mientras tanto, y mientras me siento en la tabla de surf, descubrí San Raman. Uno de esos caminos en los que rocas, algas, más rocas, más olas y casi 1.500 metros de arena blanca llenan la penumbra del mar y te hacen creer que estás en una playa salvaje. Y hablo salvajemente con una buena razón. Tienes que acceder a la playa haciendo caminata. Según me cuentan, las últimas lluvias han arrasado las pasarelas que atravesaban el río que desemboca en la misma orilla del mar, y ahora hay que cruzarlo con chanclas en las manos, con agua cerca de la pantorrilla y golpeando un alto. salta para mantener los baches entre las dunas y el comienzo de la propia playa. Después de saltar, como un canguro australiano, los anfitriones Junta, miembros Ciudad de Avicenao autoridades competentes:¿Podrías darnos una pequeña entrada al paraíso?? Lo siento, venimos de lejos, afuera enojado, dibujar estrés, atascos de tráfico y otras pruebas de trabajo, no estamos para hacer mucho jogging: se llega a un lugar de incomparable belleza y Airon irrompible pero útil. Sobre todo cuando la mitad del país muere bajo el sudor del verano y felizmente consume aire acondicionado y veletas. Después de quitarme mi pequeño vestido de playa y tratar de hacer un sombrero que me dijo mi amiga López Bran -¿recuerda al dermatólogo que cuida mis lunares? – ¿Qué debo ponerme como accesorio importante en la playa, no vuela como sueño con ser mujer-jarrón, me quedo en bikini, el atuendo negro perfecto que compré en el aeropuerto en Venecia cuando tuve que esperar tres horas por razones fuera de mi control y necesitaba hacer algo.

Me acuesto sobre mi toalla pareo -por cierto, muy cómoda- pero no aguanto mucho y no por el calor, sino porque estoy más inquieto que el rincón del boxeador y necesito moverme para no meterme. aburrido como una ostra. No soporto ni el sol directo ni el sol gallego gallego. Como no puedes leer, debido a la brisa del mar, voy a dar un paseo por la orilla. Para practicar talasoterapia salvaje. Para los menos experimentados, quiero decir que la talasoterapia es hidroterapia hecho con agua de mar, lo cual es muy difícil de practicar en lugares de cinco estrellas, ya que el resort no debe estar a más de 500 metros de la playa. Hacer esto en la playa es mucho más económico y asequible, y sobre todo si se trata de una playa del norte donde braman las olas, sopla la brisa, la marea baja proporciona un suelo arenoso insuperable y la temperatura del agua no supera los 20 grados. Mi método es infalible. Primero, camino por la orilla con agua a la altura de las rodillas para que mis pies luchen en el caminar arenoso y junto con el batir del mar me brindan masaje Activador circulatorio que me ayuda a controlar los adipocitos y mejorar la circulación. No tengo varicosopero para quienes las padecen, es la mejor terapia del mundo para su alivio. Después de 15 minutos de caminata, uno se calentará, porque quiere ir al mar. Descubrí que concentrarme en mi estómago como objetivo de las ondas de ruptura hace que los gases circulen mejor, y los viajes a Senor Rock son más regulares y eficientes.

Luego agacho la cabeza porque el yodo del mar crudo hace que mi cabello sea impecable, por lo que no necesito usar ningún tipo de producto para el cuidado del cabello. albañilería para fortalecer mis rizos. Además, dejo que el nitrato actúe sobre el cuero cabelludo y las fibras capilares durante al menos 24 horas. Oligoterapia Marina, que es fantástica para el cabello adolescente con tendencia a la grasa y la piel, que padece algunas enfermedades crónicas como la psoriasis, y para todos en general. Finalmente, doy algunos golpes, nunca en alta mar, quién sabe a dónde me llevan las corrientes, sino de lado. Finalmente, lucho con la corriente, lo que mejora aún más mi circulación y mis piernas se hinchan desde el fémur hasta el tobillo. Para terminar el protocolo, solo me seco la cara con una toalla y espero que la brisa, el sol y la caminata, que repito por la orilla, vayan quitando paulatinamente la humedad de la piel. Después del secado, lubríquese con crema, SPF 30 Ya volvía a casa, me quitaba la ropa negra, me ponía una frambuesa, un pequeño vestido de playa, un sombrero, gafas y caminaba lentamente hacia el chiringuito, saltando de nuevo sobre el río, permitiéndome limpiarme los pies de la arena para sentarse cómodamente en la terraza frente al mar., el cazador de pájaros de mi hermana, mi astucia cuñaaaaao el de estas tierras, amigo mio Mentecato, su hermana Gloria, esposo Carlos -Quien vive en un inocente más feliz que una perdiz, sin banquete de bodas- y mi madre, que a sus 82 años se dedica a las mismas actividades que yo, pues desde hace más de ocho décadas se dedica a la talasoterapia norteña. Olí mis genes. Olé Galicia y olé el albariño, que retransmitimos en esta incomparable situación.

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