Creo que tengo uno de los cuerpos más masajistas del estado español. Mis manos me tocarony no lo pienses mal) mundial y nacional. Probé todo tipo de técnicas, maniobras, movimientos … Me treparon, me pisotearon las vértebras, me pusieron piedras calientes, me chuparon ventosas, me envolvieron en toallas tibias, se cubrieron con aceites esenciales … Todos hicieron de todo, porque por me está frotando me causa un placer extraordinario desde la niñez. Y como tengo un trabajo tengo que (y yo quiero) prueba lo que te recomiendo, mis sueños de infancia se han hecho realidad en mi vida laboral. Yo conozco bicoco.
Me saludaron con una sonrisay que llegó 5 minutos tarde), con un acto de recepción que incluyó una infusión y una breve entrevista en la que me preguntaron desde cuestiones médicas, a emocionales y, sobre todo, prácticas: qué presión me gustó, dónde prefiero que insistan, qué fragancia hice dar ventaja para imponerse? en el ambiente … me trasladaron a una cabaña por llamarla de la forma habitual porque era casi más grande que el salón de mi casa, y en la caja de las que te llevabas a casa para guardar cosas y recuerdos emocionales encontré una clavel blanco, una bolsa con fresco linda espuma negra –porque tengo que decir que por lo general te hacen usar una tanga horrible que a mi me suele parecer enorme– que, por cierto, me puse, lo cómodo que era y con los bolsillos vacíos para guardar mis cosas. El terapeuta cerró la caja y me hizo sentarme en una silla para comenzar el ritual con un lavado de pies exfoliante.
En el primer contacto ya sabía que las manos que iban a tocar mi cuerpo también consolarían mi alma. Me acosté en la mesa boca abajo, bajando la cabeza por el agujero de las camillas de masaje, pero en lugar de ver el suelo limpio y sólido, me encontré mirando un cuenco de margaritas blancas flotando en el agua. Y eso fue lo que vi, porque en el momento en que comenzó el masaje, cerré los ojos y me permití admirar las sensaciones, el movimiento de mis manos, que acariciaba mis músculos entumecidos y calmaba mis nervios y dolores. Durante 60 minutos volé por el cielo. ¿¿Y quién quiere volver del paraíso?? El masaje que hizo en mi espalda fue maravilloso, pero cuando los dedos de la masajista se clavaron en mi cuello y se abrieron paso por mi cráneo y cara, casi le pedí al terapeuta que se casara conmigo. Al levantarme de la camilla, me sentí como una pluma, pero la mayor sorpresa vino cuando toqué mi piel suave, tersa e hidratada y me miré en el espejo, lo que me dio la imagen de mí misma como la que obtenemos después de una noche. de buen sexo. Sí, creo que el masaje que hice, que no puedo decir exactamente como se llama, fue un orgasmo de bienestar.
.
No Comments Found